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Slowliving, la “nueva” forma de tomarte la vida

¿Serías capaz de decir cuántas veces al día miras el whatsapp? ¿Y sabrías decir qué actividad hacías en tu vida antes de estar permanentemente conectado a las redes sociales? Si la respuesta a la primera pregunta es “muchísimas o demasiadas” y a la segunda te ha venido a la cabeza una lista más larga que Titanic, es que eres un seguidor potencial del slowliving. Más que una filosofía de vida, lo que propone este movimiento secuela del slow food es volver al ritmo de nuestros antepasados – y no nos referimos al hombre de Cromagnon precisamente-. Un ritmo más lento, evidentemente, como el que seguramente llevaban nuestros tatarabuelos de la era pre-industrial. Olvídate de querer hacer 50.000 cosas en un mismo día y de planificarte las horas como si fueras un robot.

Vive.

Sin prisa.

No es fácil, pero es posible. ¿Y por qué? Pues porque el slowliving permite reconectar con nosotros mismos, a reflexionar sobre aquello que estamos haciendo y a decidir cambios vitales. Ahora mismo lo hacemos como mucho 10 minutos antes de las campanadas de fin de año. Se trata de vivir el presente, pero sobretodo de ser conscientes de cada momento y de valorarlo. Veamos algunos ejemplos de cómo conseguir-lo:

  • Anda más lento. Sale 10 minutos antes de casa y será posible. Mientras caminas –obviamente sin el móvil en tu mano- observa el barrio, los árboles de la calle o la gente. Siente el aire como te da en la cara.
  • Concéntrate con lo que haces en cada momento. Se trata de tener unidos el cuerpo y la mente. Si trabajas, debes estar por la faena y deja las preocupaciones de casa para cuando estés en casa. El trabajo te saldrá mejor tú también lo notarás.
  • Ten más contacto con la naturaleza. Su ritmo debería ser nuestro referente. Aprender a cultivar algún alimento nos puede ayudar a ser conscientes del esfuerzo y la dedicación que necesita cada paso. Un buen lema sería: Menos netflix y más bicicleta.
  • Consume local y ecológico. Eso quiere decir que el melón te lo guardes para el verano y las naranjas para el invierno. La naturaleza nos ofrece en cada momento aquello que nuestro cuerpo necesita.
  • Haz de tu casa un lugar agradable. Que invite a sentarse, charlar, relacionarse, contemplar. No hace falta tener una masía en medio de la montaña para conseguir este clima.

Las consecuencias de aplicar algunos de estos consejos llegarán enseguida. Identificarás mejor los momentos que realmente disfrutas y les vas a dedicar más atención. Los que ya son practicantes del slowliving aseguran que es una buena receta para estar y sentirse mejor, para uno mismo y también para los que le rodean.